Desde el lanzamiento de Chat GPT y la alucinante masificación de su uso, la inteligencia artificial (IA) se ha dispuesto a un clic de distancia en un formato que permite desarrollar tareas de todo tipo, unas elaboradas y sofisticadas en complejidad como la programación, el análisis de cálculos complejos, asesorías financieras para inversiones, y otras más simples como ser asistente de tareas escolares o detallar una receta de cocina en pasos sencillamente explicados.
Este espectro de funciones tiene éxito porque el chat aprende rápido y usa un lenguaje tan “natural” que sorprende hasta al más experto de los usuarios. Sin embargo, aunque este es uno de los métodos de la inteligencia artificial, la lista de sus aplicaciones es larga, ya que incluye desarrollos como automóviles autónomos, drones, robots, marketing digital con contenidos “que te persiguen”, tratamiento de imágenes y video, sistematización y análisis de grandes volúmenes de datos, categorización de personas o predicciones basadas en machine learning, a este advenimiento no lo detiene nada.
Este desarrollo de la inteligencia artificial ha despertado muchas inseguridades, una de ellas surge al pensar si como humanidad seremos capaces de seguirle el paso a este ritmo acelerado de incertidumbre, cambio, ambivalencia y volatilidad propias del llamado entorno VUCA.
Otra, al comparar los riesgos y ponerlos en balanza con los beneficios del avance tecnológico y económico, despertando el temor de que los humanos vamos perdiendo la partida o si seremos lo suficientemente inteligentes como para no sucumbir ante la tecnología, porque la IA es inteligente, ¿verdad?
Desenmarañando un poco esta idea, creemos que la inteligencia artificial en efecto es inteligente porque es capaz de desempeñar tareas complejas que la inteligencia “real” (en contrapunto a la IA) puede considerar exclusivas de algunos pocos humanos como Albert Einstein o, en definitiva, son imposibles; en realidad la respuesta es una paradoja anunciada desde el 1988: respecto a las máquinas, lo que parece fácil es difícil y lo que parece difícil es fácil (Paradoja de Moravec).
Clásicamente hemos entendido que la inteligencia se relaciona con la capacidad para resolver problemas, y aunque sea una mirada reduccionista de la multiforme habilidad cognitiva del ser humano, admiramos a quienes son capaces de dar la cifra exacta a una compleja fórmula matemática en pocos segundos y sin mayor ayuda que su cerebro. Ante semejante hazaña podríamos decir a coro unísono: “¡qué inteligente!”.
Sin embargo, podemos creer que no tiene gran relevancia que un niño de cinco años aprenda a manejar una bicicleta o que un adulto pueda ir de un lugar a otro usando sus piernas, equilibrio, motricidad, orientación espacial, percepción, atención y toma de decisiones, ¿qué especial, exclusivo o destacado puede tener esta capacidad humana?, pues bien, esta es la gran paradoja cuando se trata de la inteligencia artificial, que resuelve en segundos lo que nos resulta una tarea dura o compleja y aún no ha logrado imitar aspectos considerados naturales e innatos en la especie humana, como lo es el movimiento. Entre más antigua sea la habilidad humana, más difícil será de imitar por la IA, pues demanda muchos más datos para poderla programar.
En efecto, los datos han sido la fuente de los miles de millones de análisis que alimentan continuamente la IA, razón por la cual el asistente de mi ordenador es capaz de anticipar la palabra siguiente mientras escribo este texto, pero aún no puede ir a la cocina y prepararse un delicioso café para acompañar la escritura.
Al respecto, hace un par de décadas Moverec dijo: “la construcción, la protección, la reparación, la limpieza, el transporte, etc. permanecerán en manos humanas”. Lo cual sucederá al menos hasta que los métodos de inteligencia artificial logren obtener los datos y programarse para el desempeño de habilidades físicas, porque ciertamente la robótica ha dado pasos agigantados para el desempeño de tareas motoras. Sin embargo, hasta el presente, la paradoja permanece vigente.
El método de IA que implementa Chat GPT tiene la capacidad de imitar el lenguaje natural, pero hay una fina línea entre esa capacidad y la inteligencia como proceso complejo que implica el desenvolvimiento del ser humano en su entorno, teniendo la capacidad de resolver en él necesidades, preguntas, relaciones y comportamientos diversos e inesperados, haciéndolo de manera compleja, tomando decisiones y aprendiendo de los errores.
Hay otra frontera que aún pertenece a la inteligencia real, y que es evidente en procesos complejos explícitos a través de cualidades muy humanas como son el pensamiento crítico, el sentido del humor (a veces para comprender un chiste se debe nacer en un lugar y momento único, de lo contrario, la risa pasará de ti), la contemplación, la creatividad, la fantasía, las ensoñaciones, el arte original, el anhelo, lo intangible propio del espíritu, entre muchas otras; todas estas cualidades también capacitan al ser humano para resolver problemas, comprender el mundo y transformarlo; como lo dijo Einstein, “la imaginación es más importante que el conocimiento”.
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En síntesis, la inteligencia no es solo el producto de tareas automatizables, pues cuenta con el acervo evolutivo biológico, social, cultural e histórico que cuidadosamente se ha desarrollado a través de las generaciones, siendo una importante razón por la cual un ser humano aparentemente común puede llegar a ser extraordinario.
En este sentido, se puede usar el ejemplo de la inteligencia emocional, que se puede definir como la capacidad de reconocer las emociones propias y de los demás para actuar en consecuencia, lo cual es mucho más profundo y complejo que las interpretaciones de repertorio emocional en la comunicación que ya están siendo fuente de entrenamiento en aplicaciones de IA “empáticas”.
Entonces, ser inteligente es diferente a parecer inteligente, este concepto de mera simpleza es producto de la filosofía y es abordado frecuentemente para comprender que la IA está amenazando las tareas indeseables y repetitivas, lo cual desde una perspectiva optimista abre un campo de oportunidad para que la inteligencia real sea promovida. Pero no respiren tan esperanzados, que la calma es contraproducente en este momento histórico, hay mucho riesgo que el ser humano tome una decisión infantil y en vez de utilizar el tiempo y los recursos de la información para ampliar sus habilidades y las de los demás, consciente de sí mismo y de su entorno, use el tiempo que chat GPT y otras IA le liberan para estar hiperconectado en ese falso “entretenimiento” del que podemos hablar en otra ocasión.
No es ficción creer que la IA ya hará parte de la vida cotidiana de todos (al menos en los países con acceso a internet libre), los avances tecnológicos alcanzados con los recientes desarrollos de la IA hacen evidente que la casi mítica inteligencia artificial general IAG es alcanzable, e incluso se han levantado varias voces indicando sus riesgos.
El ser humano moderno está habituado a un mundo artificial porque nada de lo que había creado ponía en riesgo su mayordomía, hasta que programó una máquina que emula aquello que se relaciona con las ciencias duras y complejas, organizando, planeando, aprendiendo y usando la lógica para tomar decisiones, haciéndolo mejor que el ser humano, más barato, más masivo y mucho más preciso, por eso no hay duda que se justifica su categoría de Inteligente.
En virtud de lo anterior, las regulaciones, las políticas, las conversaciones en familia, las decisiones con conciencia e informadas, la educación básica y superior de vanguardia, la educación continua, la formación dentro del aula y fuera de ella, son vitales para que tengamos la capacidad de instrumentalizar estos avances tecnológicos y especialmente, destacar la esencia polivalente de los talentos humanos, pues solo aquellos que destaquen con su inteligencia real serán la gran diferencia entre los profesionales con la integralidad necesaria para darle el lado humano a la historia, pues creamos que es muy inteligente o no, lo cierto es que la IA no dará un paso atrás, hay demasiadas ambiciones que la sostienen.
Entonces, es tiempo de reconocer que la humanidad tiene dos manos, una de ellas está escribiendo una historia que la otra tendrá que completar.
*Este artículo se escribió sin ayuda de chat GPT, cualquier error es humano.
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